Punto Suspensivo | Microrrelatos


Sentada en mi cama espero que regreses a casa.
Bebo una copa de vino tinto, miro alrededor de la habitación y veo como la luz del sol se oculta para dar paso a la luz artificial de nuestra lámpara, la cual enciendo lentamente.
La tarde pasa, enciendo el televisor y las noticias centrales ya llegan a su fin. Me siento mareada.

Siento la manilla de la puerta dar vueltas, mientras al mismo tiempo el ruido de las llaves me dice que la abriste. Me trato de levantar mientras peleo con mis piernas para que me den el soporte que necesito, el cual no lo consigo.

Tus pasos son agresivos en nuestro piso de madera, los cuales en cada pisada la hacen crujir. Al borde de la cama me quiero levantar para saludarte, pero creo que el efecto del alcohol me llenó las venas que recorren mi cuerpo como anestesia. No me puedo levantar.

Te paras frente a mí y con tus dos manos me rompes el vestido de tela que compré en la pequeña feria al final de la calle para luego tirarme sobre la cama y mover mi pantaleta color crema para introducir tu dedo en… ¡Ah!

Estoy drogada en placer, tus dedos saben tocar mi melodía preferida y mi voz realiza el coro en esta canción… ¡Ah! No puedo terminar mis pensamientos sin sentir tus fríos dedos dentro de mí. Mis entrañas sienten placer pero tu agresividad se acrecienta y el placer se vuelve dolor, dolor que el amor no debiera permitir.

Ya no son tus dedos dentro de mí, es tu masculinidad que se hace presente, menos crujiente que nuestra madera pero igual de dura, la cual no me acaricia, me lastima.

Las lágrimas caen de mis ojos y comienzo a perderme en tus gemidos que sugieren un fin a esta obra de anatomía… esto no es amor, tu acto tiene otra connotación. 

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